La langosta es un animal invertebrado, no tiene esqueleto, aunque sí tiene un caparazón, coraza que utiliza para aislarse, protegerse y resguardarse de los ataques externos.
Nosotros somos vertebrados y no lo necesitamos, aunque de vez en cuando consciente o inconscientemente también lo usamos.
Invisible a nuestros ojos, pero se nota y se siente.
Una coraza que se ha ido forjando a lo largo de los años.
Y, te preguntarás.
¿Para qué?
Para protegernos emocionalmente de los ataques externos o incluso a veces de nosotros mismos.
Es una forma de no hacernos cargo de nuestras emociones y que al final se convierte en nuestra gran aliada.
Y, ¿a qué viene esto?
A que la percepción que tiene la población de sus malos hábitos alimentarios, de su sobrepeso es muy inferior a la realidad.
El 82% no reconoce tener un problema.
Este dato hace cuestionarme varias cosas:
¿Es verdad que no somos conscientes?
O,
¿Tenemos formada una coraza tan gruesa que nos impide ver el problema?
Vas formándote una coraza, alguna vez te has dado cuenta que miran, que hablan de ti o incluso de forma despectiva criticando y rechazando tu apariencia.
Te das la vuelta y piensas o dices, será imbécil o métete en tu vida gilipollas y a otra cosa mariposa.
Haces como si contigo no fuera la cosa, como si no te afectara.
A la larga sabes que es algo que te va minando, que te quema, te frustra.
Muchas veces aguantamos la coraza, sin darnos cuenta que esa coraza nos impide avanzar, pesa demasiado.
Hasta que de pronto un día aparece un motivo en tu vida, un motivo tan grande y tan fuerte que estás dispuesta a salir de tu coraza y de demostrarte a ti misma que no la necesitas para seguir caminando.
¿Cómo?
Dando un paso al frente y pasando a la acción.
Quitarte la coraza es el primer paso.
Si crees que ha llegado tu momento y que tu motivo por el que deseas cambiar es lo suficientemente grande, pero no sabes por dónde empezar, solo tienes que decírmelo.
Estaré encantada de ayudarte.
¿Hablamos?
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Oli Martínez.